Nuestro interés en el tema de los Entornos Personales de Aprendizaje (en adelante PLE) no reside en el hecho de que sea un concepto radicalmente nuevo (en el primer capítulo de este libro afirmamos de hecho que se trata de una realidad inherente al aprendizaje de las personas y por lo mismo tan antiguo como ellas y su aprendizaje) o especialmente avanzado desde la perspectiva técnica o tecnológica; reside en que el planteamiento de esos entornos y sus ecologías sugieren asumir completamente un momento tecnológico y social concreto que tiene unas consecuencias ineludibles que marcan una gran diferencia en el ámbito de lo que conocemos como tecnología educativa. Desde nuestra perspectiva, el tema de los PLE es a la vez un punto de inflexión y un nodo de confluencia en toda la discusión y prácticas referidas a aprender con tecnología. Decimos que se trata de un punto de inflexión porque, una vez planteada la naturaleza del concepto y el contexto tecnosocial en el que se desarrolla, propone claramente la urgencia de un cambio de dirección en casi todos los aspectos relacionados con la educación y el aprendizaje, desde el rol de los sujetos que participan en el proceso, el papel de la comunidad que aprende, pasando por la organización de los centros de educación formal, el reconocimiento de la educación no formal e informal, los itinerarios, las metodologías, e incluso las finalidades mismas de la educación.